la copla que te parió: “los fenicios”

una sucinta revisión de los orígenes de la cultura popular andaluza

el folclore ANDALUZ está sembrado de influencias de muchas culturas, todas las que por estas tierras han pasado y dejado su huella, que no son pocas. en esta serie de artículos que hoy comienzo, me propongo hacer un breve repaso por las más relevantes, para tratar así de llegar a las raíces de nuestra cultura popular, de las melodías y ritmos de nuestras canciones, de letras y dichos, y del sentido del humor que subyace en muchas de ellas

Gran parte de la cultura popular se ha transmitido históricamente por la tradición oral. De ahí la curiosidad de que comencemos esta serie de artículos con la civilización a la que le debemos precisamente el alfabeto: los FENICIOS.

Asentados al pie de la montaña, en una franja que comprende las actuales Siria, Líbano, Israel y Palestina, en la entonces llamada región de Canaán, fueron los primeros colonizadores de la Península Ibérica. Aquí establecieron relaciones pacíficas con los indígenas, pues no tenían intención de conquista, y se asentaron, asimismo, entre el mar y el pie de la montaña.

Reconocidos como audaces marinos, introdujeron mejoras en las técnicas de navegación que les permitieron establecer sólidas relaciones comerciales con gran parte del Mediterráneo. Bordeando las costas fueron, poco a poco, instalando puertos y factorías o colonias. De esta manera, los fenicios no solo crearon fuertes vínculos comerciales sino también culturales entre las civilizaciones mediterráneas. 

Todo lo expuesto contribuyó a que la cultura fenicia acogiera y asimilara fácilmente las influencias de otras culturas, como por ejemplo la griega y la egipcia. De hecho, el origen de la tradición de dibujar los ojos en la proa de las jábegas malagueñas como amuleto protector de los peligros de la mar, icono que nos remite al famoso “ojo egipcio”, se le ha atribuido popularmente a los fenicios, aunque ellos probablemente lo tomaran del que parece ser el referente original: los sumerios. 

Imagen de Matthias Ziegler en Pixabay

Aunque no tenían afán conquistador sí que hubo rivalidad y enfrentamientos con otros pueblos, como los griegos, por la dominación de las rutas comerciales. Relacionado con esto, un dato curioso extraído del libro “Trovadores de repente” de Alberto del Capo Tejedor y que va muy al hilo de la temática que me ocupa en esta serie de artículos: 

“Entre los fenicios, muchos ciegos eran enviados a las escuelas de música. Así eran frecuentes los bardos invidentes, a los cuales les ordenaban las autoridades que en sus narraciones exageraran las dificultades y peligros a los que estaban expuestos los navegantes, con el objetivo de evitar la competencia y disuadirles de estos viajes comerciales”.

Como un remoto antepasado de nuestros trovadores, estos ciegos creaban esta suerte de serenatas bélicas, que en lugar de rendir tributo a una amada, ensalzaba las virtudes de los piratas para amedrentar en lugar de enamorar. Una forma muy ingeniosa y algo jocosa de achantar al contrario. Algo parecido a lo que podía suceder en las picaíllas de la Andalucía Oriental (de las que hablaremos más adelante). 

Imagen de Klaus Böhm en Pixabay

Por último mencionar que los fenicios fueron de los primeros impulsores del cultivo de la vid en estas tierras, así como de la producción de vino lo que, además de acabar siendo una parte muy importante de la producción agrícola autóctona, ha dado lugar a muchas festividades, dichos, refranes, usos y costumbres, canciones y bailes populares en torno a la cosecha. ¡Todo un legado folclórico!

Imagen de Klaus Böhm en Pixabay

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